El principal propósito del Pukara de Quitor, además del habitar, fue la fortificación con fines de defensa ante eventuales asedios bélicos. Este factor condicionó desde la elección del sitio del emplazamiento hasta el carácter de las edificaciones y la vialidad interna.
La posición topográfica elegida para construir el pukara fue excelente desde el punto de vista estratégico considerando que se ubica en la ladera sur de la quebrada por cuyo cauce fluye el río San Pedro. La erosión que afectó esta ladera originó escarpados farellones de roca al costado norte y oeste; al sur, una quebradilla abrupta enmarca la inaccesibilidad del terreno; el costado este permite el acceso por una pendiente relativamente regular, pero de una agudeza promedio de 30° de ángulo de inclinación.
La altura máxima del cerro desde el lecho del río alcanza 80 m.
El espacio en que se distribuyen las construcciones abarca unos 24000 m2 con longitudes extremas de 200 m de largo por 120 m de ancho. En el acceso por el costado este (el más vulnerable) se encuentra un colosal muro de defensa dispuesto en forma serpenteante y quebrada, cubriendo prácticamente a lo ancho el pukara en una longitud aproximada de 121 m. Su espesor es de 1.20 m (promedio) y su altura variable alcanza por el exterior hasta los 3 m. La única entrada posible detectada hasta el momento para trasponer este muro son dos escalerillas que forman parte del mismo, las que bien disimuladas permiten un acceso muy controlado.
Ya en el interior, se destacan las primeras construcciones por su tamaño y forma que guardan cierta ortogonalidad. Esto se debe a que en la primera parte la pendiente es menos aguda, lo que permitió una fácil adecuación al terreno, en los niveles superiores fueron indispensables las obras de compensación y contención antes de construir. Al ascender podemos observar tres depresiones en el cerro que se pueden denominar como quebradillas, en ellas encontramos un tipo de estructura que se adapta a este accidente presentando efecto de cuña contra el cerro, logrado por una pared recta al frontis y otra en forma curva que completa el perímetro.
El resto de las construcciones toma diversas formas según lo permite el terreno, lo que va definiendo verdaderos “barrios” de acuerdo a su ubicación en el relieve y a las necesidades de circulación. Estas condicionantes aumentan el pre- dominio de formas curvas y mixtas en las plantas donde se conjugan tenazmente ángulos de esquina y paredes circulares. En una operación general se puede concluir una mayor frecuencia del semicírculo en las estructuras, dispuestas en un aterrazamiento irregular pero bastante efectivo que podría semejarse a las graderías de un colosal anfiteatro.
LOS ATACAMEÑOS
Los atacameños son un pueblo de gente ganadera, agrícola y guerrera que defendieron con valor y fuerza sus territorios. Fue en el Pukará de Quitor donde se organizaron para su resistencia ante el invasor europeo. Allí hallaron un pueblo alzado de guerra que, a pesar de sus sufridas derrotas, lograron resistir por más de 20 años. En 1557 se establece un acuerdo de paz que significó la rendición de los atacameños marcando el inicio de un proceso de aculturación de la etnia, pues no resistió el fuerte impacto de la hispanización impuesta. Fueron bautizados con nombres cristianos y cambiaron hasta los Ayllus. A partir del siglo XVII se fortalece el poder administrativo de los corregidores y paralelamente -paradógicamente- se recupera la organización de los antiguos Ayllus dada la eficiencia probada.
El patrón habitacional, por lo general, consiste en estructuras uniespaciales que en algunos casos están divididas en dos. En la mayoría de ellas está incluida una estructura más pequeña utilizada, seguramente, como silo. Advertimos que existe muy poca semejanza en la forma de las diversas estructuras. Se destaca en el centro del pucara una construcción semicircular de gran tamaño y que ha sido llamada “torreón” por su ligera semejanza con este elemento de los castillos medioevales europeos. Este “torreón”, que probablemente fue el principal puesto de vigi- lancia, impresiona por su excelente ubicación con una visibilidad hasta de unos 80 km. En la cima del cerro se encuentran estructuras aisladas y de forma rectangular. Una de ellas de gran tamaño, lo que hace suponer diferente época y función al resto de las construcciones.
La altura de los muros es bastante variable. Las evidencias nos permiten aseverar que estas son equivalentes al tamaño de los recintos. La técnica de albañilería empleada favoreció un amplio desarrollo de alturas, además la disposición en aterrazamiento y la utilización de paredes posteriores como contención de terrenos compensados contribuyeron a fundar estos paramentos en altura. En los niveles superiores ayudó a la estructuración de paredes altas la solución en curva del encuentro de muros.
La mayor altura encontrada alcanza a 3.30 m si se considera que fue utilizado como base el muro posterior de las estructuras del nivel inferior. La altura máxima en los interiores de habitación midió 2.20 m, evidenciado esto por agujeros en la pared que hacen suponer vigas de techumbres.
IMPERIO INCA
El pueblo Inca estaba constituido por muchos pueblos con larga tradición cultural y lingüística. Los Incas lograron controlar a los gobiernos de los señores atacameños en la última época del desarrollo prehispánico. Hubo enfrentamientos con grupos refugiados en los Pukarás de Lasana y Quitor por el control de los valles y oasis. Aparentemente, en un estado de convivencia pacífica con los atacameños, la ocupación incaica pareció sustentarse, de este modo establecieron centros administrativos y guarniciones. En 1536 en San Pedro de Atacama ya se tenían noticias que el imperio Inca había sido conquistado por los españoles y se inician profundos cambios económicos, políticos y sociales producidos por el choque de dos mundos diferentes.
La técnica de construcción es de un éxito notable, resultado de una favorable combinación de factores. El cerro donde se ubica el pukara está conformado principalmente por una especie de gneiss en estado de descomposición de color blanco grisáceo. Esta roca era apta para los fines constructivos y se encontraba en gran cantidad en el mismo sitio, su extracción y trozadura es relativamente fácil.
Como mortero se uso argamasa de arcilla que extrajeron de las laderas del río, cercanas al pukara. La calidad de la argamasa, en este caso, se debe exclusivamente al grado de salinidad de la arcilla, lo que le aporta un poder de cohesión y endurecimiento excepcional (sin necesidad de mezclarla con otros elementos). Sin embargo, esta cualidad no sería tal en un ambiente que no reúna condiciones de sequedad extrema como lo es en el desierto atacameño. Las sales que componen principalmente estas arcillas salinas son el cloruro de sodio y el bórax.
Las albañilerías son bastante heterogéneas. Las hay de diferentes calidades en cuanto a la técnica de fundaciones, traba de hiladas de encastillamiento y el empleo del mortero de pega. En muchos casos el uso de este último elemento es bastante moderado debido al difícil transporte por las agudas pendientes del cerro del pukara. A pesar de lo anterior, se puede calificar como un buen desarrollo de la técnica. Se escogió el tamaño de la piedra en cada situación y el sentido de la colocación, en las hiladas hay alter- nancia de la traba en sentido horizontal y vertical, en las bases de contención hay verdaderos “pilares” que consisten en la colocación vertical de una piedra de gran tamaño y forma alargada que prácticamente aprisiona el muro al suelo. Las piedras utilizadas en la construcción de los muros no muestran señas de haber sido canteadas, sólo hay evidencias de extracción, trozadura, elección y colocación adecuada de la forma resultante.
Los vanos de puertas fueron solucionados mediante la colocación de piedras largas a manera de jambas. Entre las ruinas no se identificaron dinteles, lo que hace presumir que hubiesen sido de madera, y estos son reutilizados inmediatamente después del abandono. Sin embargo, Latcham (1938) afirma haber visto dos dinteles de piedra durante su visita al pucara. Aunque las techumbres han desapareci- do en su totalidad, podemos suponer su factura en maderos sin elaborar de árboles existentes en el oasis (algarrobo, tamarugo), usados como vigas, la cubierta de ramas, paja brava y barro.
El Pukara de Quitor, con aproximadamente 164 estructuras construidas, puede considerarse que logró en buena forma adaptación y coherencia con su paisaje, como también la efectividad para el habitar y el defender.
Es necesario destacar que entre las expresiones arquitectónicas de los atacameños, los pukaras son los máximos exponentes. En ellos ya se manifiesta el sentido plástico de los volúmenes unido a la funcionalidad, con voluntad de aparecer distintos a las obras que les precedieron. La época de los pukaras se caracteriza además por ser la culminación de las tecnologías constructivas que evolucionaron en la zona desde tiempos milenarios.
COLONIA ESPAÑOLA
Con el dominio territorial de los españoles se dio inicio a la imposición del nuevo sistema de gobierno y un proceso de aculturación de la etnia atacameña. En 1536 y 1540 las expediciones de Diego de Almagro, Pedro de Valdivia y Francisco de Aguirre, tuvieron como propósito desarticular el poder político de los señores atacameños, produciendo feroces enfrentamientos entre atacameños y soldados españoles apoyados por los indios Yacanes, quienes rompieron el muro defensivo para ascender a la cumbre del Pukará de Quitor. Con el control del fuerte, decapitaron a los principales guerreros atacameños. Desde entonces el Pukará de Quitor se conoció como “El pueblo de las cabezas”. Luego se ordeno construir la iglesia y l casa de gobernación para funciones administrativas y evangelización de las tierras atacameñas.